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Aunque pueda parecer curioso, poner nombre a una tormenta no es un capricho meteorológico. Desde la década de 1950, se comprobó que asignar nombres cortos y memorables a los ciclones tropicales reduce significativamente la confusión, especialmente cuando varias tormentas coinciden en tiempo.
Antes, se identificaban solo por año y orden de aparición, lo que generaba malentendidos, sobre todo en la difusión de advertencias. A partir de 1953, Estados Unidos comenzó a usar nombres femeninos, y en 1979 se integraron nombres masculinos también.
Hoy en día, la Organización Meteorológica Mundial mantiene listas rotativas que se reutilizan cada seis años, salvo cuando un huracán resulta tan destructivo que su nombre se retira por respeto a las víctimas.
La temporada de huracanes no llega de forma inesperada. En el Atlántico, inicia oficialmente el 1 de junio, mientras que en el Pacífico Nororiental comienza el 15 de mayo. Ambas concluyen el 30 de noviembre, periodo en el que se forman la mayoría de las tormentas tropicales que pueden evolucionar en huracanes.
Un sistema recibe nombre cuando sus vientos sostenidos alcanzan los 63 km/h, y se clasifica como huracán al superar los 118 km/h. De acuerdo con promedios históricos del Centro Nacional de Huracanes, cada año se forman cerca de 14 tormentas tropicales en el Atlántico, siete de las cuales llegan a ser huracanes.
Nombres del Atlántico:
Nombres del Pacífico Nororiental:
En el caso de que una temporada supere los 21 ciclones con nombre, se activa una lista suplementaria. Además, si un huracán causa una devastación excepcional, su nombre se retira y se sustituye por otro en futuras listas. Así se preserva la memoria colectiva y se evita insensibilidad hacia eventos pasados.