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El campo veracruzano vuelve a levantar la voz, esta vez desde la zona baja de Misantla, donde decenas de comunidades citrícolas enfrentan una tormenta perfecta: el desplome brutal del precio del limón y una sequía prolongada que ya dejó tierra cuarteada, árboles moribundos y una economía local al borde del colapso.
En apenas 15 días, el precio de la reja de limón —equivalente a unos 20 kilos— se desplomó de 800 pesos a apenas 100 pesos, una caída de más del 80 % que golpea directamente el sustento de cientos de familias, a ello se suma una sequía que ya supera los dos meses y ha dejado a los cultivos sedientos bajo un sol que no da tregua.
"Estamos viviendo una de las peores temporadas, no llueve desde hace más de dos meses, tenemos que regar con tambos de agua cuando baja el calor, pero eso también cuesta... ¿Cómo vamos a vivir si el precio ya no cubre ni la gasolina del día?", lamenta un productor de la región.
Lo que antes se recolectaba de un solo árbol frondoso, ahora requiere recorrer hasta diez árboles debilitados por la falta de agua y el calor extremo, el limón es más pequeño, deshidratado y con bajo rendimiento, sin embargo, los costos de producción —agua, fertilizantes, jornales— siguen siendo los mismos, o incluso más altos.
A diferencia de años anteriores, cuando la escasez nacional elevaba los precios, en 2025 el exceso de oferta en otras regiones del país y la ausencia de políticas de comercialización justas han dejado a los productores de Misantla a merced de intermediarios que compran el producto a precios irrisorios.
La situación ha encendido todas las alertas, la ausencia de sistemas de riego, la falta de apoyo institucional, la nula intervención del gobierno ante la caída de precios, y la dependencia absoluta del temporal son factores que hoy tienen a las comunidades citrícolas al límite.
Pese a los reiterados llamados de los productores, no se han implementado programas emergentes de apoyo, ni incentivos, ni precios de garantía, tampoco existen canales que les permitan vender directamente sin pasar por el abuso de los acaparadores, el resultado: desesperanza y una creciente migración del campo a las ciudades.
"El limón siempre fue nuestro orgullo, el motor de esta región, hoy lo vendemos por migajas, mientras el cielo sigue sin llover y el gobierno no aparece", comparte otro campesino con el rostro curtido por el sol y la frustración.
La zona baja de Misantla, reconocida por la calidad de su limón, se convierte ahora en un símbolo de resistencia y abandono, los hombres y mujeres del campo siguen luchando —con ánimo desgastado y manos agrietadas—, pero en los polvorientos caminos que cruzan las huertas secas, la pregunta resuena cada vez con más fuerza:
¿Cuánto más podrá resistir el campo veracruzano sin agua, sin precio justo y sin apoyo?