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Veracruz se mantiene entre las entidades con mayor número de muertes por rayos en México. De acuerdo con registros del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, entre 1998 y 2021 se documentaron 2,573 fallecimientos por descargas eléctricas en el país.
El estado ocupa el quinto lugar nacional en este tipo de decesos, solo por debajo del Estado de México, Oaxaca, Michoacán y Guerrero.
La jefa de Hidrometeorología del Organismo de Cuenca Golfo Centro de la Conagua, Jessica Luna Lagunes, señala que las zonas de montaña, costas y áreas boscosas son las más propensas a registrar tormentas eléctricas.
Las tormentas eléctricas se generan principalmente en las tardes, cuando hay suficiente calor y humedad en la atmósfera. Se caracterizan por nubes de gran desarrollo vertical llamadas cúmulonimbos, que producen rayos, truenos, fuertes lluvias, ráfagas de viento e incluso granizo.
Durante estos eventos, las ráfagas pueden superar los 80 kilómetros por hora, acompañadas de una intensa actividad eléctrica, con potencial para causar daños materiales, lesiones graves e incluso la muerte.
Alejandro Jaramillo Moreno, investigador de la UNAM, advierte que las muertes por rayos afectan principalmente a hombres que trabajan al aire libre, en especial en zonas rurales y comunidades con bajos niveles de escolaridad, donde el desconocimiento sobre los riesgos agrava la vulnerabilidad.
Las lesiones no fatales también pueden ser severas: desde quemaduras hasta pérdida de memoria, audición o parálisis. A nivel nacional, el grupo más afectado por edad corresponde a jóvenes entre 10 y 19 años.
Además de los riesgos humanos, las tormentas eléctricas provocan cortes de energía, incendios, muerte de ganado, daño a equipos electrónicos y destrucción de estructuras débiles. Las pérdidas económicas no suelen cuantificarse de manera precisa, pero su impacto es constante en comunidades rurales y agrícolas.
La Coordinación Nacional de Protección Civil recomienda las siguientes acciones:
Aunque los rayos suelen percibirse como eventos aislados o poco frecuentes, las estadísticas muestran lo contrario: han causado más del doble de muertes que los ciclones tropicales e inundaciones en las últimas dos décadas.
Expertos hacen un llamado a dejar de subestimarlos y a reforzar la cultura de prevención, especialmente en las regiones más vulnerables del país.