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Veracruz forma parte del grupo de estados mexicanos donde decenas de mujeres privadas de libertad viven la maternidad tras las rejas.
En México, más de 13 mil mujeres están en prisión, y según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), aproximadamente el 85% son madres.
Algunas conviven con sus hijos en condiciones extremadamente precarias. No se trata solo de la pérdida de la libertad: muchas deben criar a sus bebés en espacios sin servicios básicos, sin privacidad y en medio del hacinamiento.
¿Qué pasa con los niños nacidos en prisión? En el sistema penitenciario mexicano, los hijos de mujeres reclusas pueden permanecer con ellas solo hasta los tres años de edad.
Una vez cumplidos, deben salir: si hay una red familiar que los reciba, van con ella; si no, terminan bajo la custodia del DIF. La colectiva Sor Juanas los llama "los angelitos de la prisión": niños que no conocen otra vida más que la de los muros y rejas.
El problema se agrava en entidades como Veracruz, una de las cinco con más presencia de niños menores de tres años dentro de centros penitenciarios, junto con la Ciudad de México, Estado de México, Guerrero y Nuevo León.
En todo el país, más de 500 menores viven en estas condiciones. Solo once prisiones en México cuentan con áreas específicamente destinadas a la maternidad, y apenas 27 disponen de espacios para educación temprana.
Merche Becker, cofundadora de La Cana, organización que trabaja con mujeres reclusas, alerta que muchos de estos menores viven en cuartos compartidos con decenas de mujeres, a veces en condiciones de insalubridad y sin acceso a juegos, alimentos adecuados ni estimulación temprana.
Hay niños que nunca han visto un árbol o una flor, afirma Becker. El encierro también los condena al olvido. La falta de ropa, pañales, juguetes y hasta alimentos es una constante.
Y cuando llega el tercer cumpleaños, también llega el momento de la separación: ese día, sin excepción, deben abandonar la cárcel, aunque su madre siga dentro.
La prisión no está diseñada para madres. Menos para niños. La violencia estructural hacia estas mujeres se agrava por la falta de atención a sus hijos. El Estado parece ausente no solo en la rehabilitación, sino en algo más básico: garantizar el derecho de los niños a vivir una infancia digna.