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Una decisión, tomada a miles de kilómetros de Veracruz, sobre las remesas que envían los migrantes, podría alterar profundamente la economía de cientos de miles de hogares en el estado.
La Cámara de Representantes de Estados Unidos, bajo control republicano, ha aprobado un impuesto del 3.5% a todas las remesas enviadas por extranjeros.
La propuesta, impulsada por el expresidente Donald Trump y aún pendiente de votación en el Senado, busca entrar en vigor antes del 4 de julio.
La medida apunta a gravar un flujo millonario: solo en 2024, México recibió más de 64 mil millones de dólares en remesas. Una parte significativa de ese dinero tuvo como destino municipios veracruzanos.
Los envíos del exterior representan hasta el 40% del gasto corriente de las familias, según datos del Banco de México y el CONEVAL.
El impacto sería inmediato. Con un impuesto de 3.5%, cada envío promedio de 375 dólares perdería alrededor de 13.13 dólares antes de llegar a su destino.
A nivel nacional, esto implicaría una reducción mensual de hasta 182 millones de dólares en ingresos para hogares que dependen de estos recursos.
En Veracruz, donde muchas familias ya enfrentan condiciones económicas precarias, este recorte puede significar no sólo un golpe al bolsillo, sino un riesgo para su subsistencia.
Los fondos que se destinan a necesidades como alimentación, atención médica, educación o vivienda podrían disminuir drásticamente, poniendo a prueba la resiliencia de comunidades enteras.
Incluso antes del anuncio de este gravamen, las cifras mostraban señales preocupantes.
Aunque el total anual creció ligeramente (2.3%) respecto a 2023, la tendencia del último trimestre anticipa un 2025 con mayor presión económica para los hogares dependientes de estos ingresos.
Aunque la reforma aún debe ser aprobada por el Senado estadounidense, su posible implementación despierta inquietud tanto en México como en los propios estados fronterizos de EE. UU., donde millones de trabajadores migrantes sostienen vínculos económicos y afectivos con sus comunidades de origen.
En un país donde las remesas han llegado a representar casi el 4% del PIB, cualquier alteración en ese flujo afecta mucho más que la economía doméstica: pone en jaque a la estabilidad social de regiones enteras.