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Al experto electoral Feliciano Hernández no le falta razón cuando sostiene que lo que ocurrió el pasado domingo en las elecciones municipales de Veracruz es, ni más ni menos, un "desmoronamiento" —o, como él mismo ironiza, un "desmorenamiento"— de Morena.
Una crisis silenciosa, pero profunda, que el partido gobernante apenas comienza a dimensionar.
El partido guinda, que hace apenas unos años se creía invencible gracias al arrastre presidencial, sufrió un duro revés: de 153 municipios que gobernaba, sólo conservará 84, y eso con la ayuda de su aliado Verde Ecologista.
El espejismo triunfalista de su dirigencia nacional, que a las seis de la tarde del domingo anunciaba victorias en 140 municipios, se desvaneció con los datos oficiales.
Se enfrentó a la realidad cruda: la marca Morena, cada vez más desgastada, ya no garantiza triunfos automáticos.
Y es que el desgaste no es sólo aritmético. La violencia electoral que marcó esta contienda —incluidos los asesinatos de candidatos en Texistepec y Coxquihui— reveló que ni siquiera la tragedia logra cohesionar a una militancia dispersa y confundida.
En Nanchital, por ejemplo, la sospecha de vínculos de un candidato de Movimiento Ciudadano con el crimen organizado no impidió su triunfo.
La sociedad, harta de los mismos de siempre, optó por el pragmatismo y, en muchos casos, por la apatía.
Fue, como bien apuntan los analistas, una elección atípica. Los partidos y sus candidatos no lograron entusiasmar a la ciudadanía.
La abstención habló fuerte y claro: más que rechazo, fue un voto de castigo al desencanto.
Una advertencia de que el voto duro de Morena se diluye y que, sin la figura presidencial de Andrés Manuel López Obrador en la boleta, el partido no logra reanimar su base social.
La situación en Coatzacoalcos es un espejo de esa crisis.
Con el 98.37% de las actas computadas, Morena perdió dos regidurías que antes le aseguraban un control casi hegemónico del Cabildo.
Movimiento Ciudadano, en cambio, pasó de una a cuatro regidurías y se erige como la segunda fuerza política en la ciudad.
El PRI mantiene sus tres espacios y el PAN, en un símbolo de su desfondamiento, desapareció del Cabildo. Algo que no pasaba en décadas, se quedó sin representación.
Víctor Cruz, especialista electoral, advierte en cifras de la disposición de regidurías que este nuevo reparto del poder marcará un antes y un después en la política municipal.
Para Morena, la pérdida de espacios en el Cabildo implica un golpe directo a su capacidad de maniobra.
El partido ya no tendrá mayoría automática y deberá sentarse a negociar con un Movimiento Ciudadano fortalecido y un PRI que, aunque estable, podría fungir como bisagra en acuerdos clave.
El escenario se complica aún más si consideramos que el nuevo Cabildo será más plural, con fuerzas políticas dispuestas a pelear cada decisión y cada presupuesto.
Las regidurías no son sólo un adorno democrático; son el contrapeso natural al poder unipersonal que, hasta ahora, había ejercido Morena.
Con cuatro regidores naranjas y tres priistas, el oficialismo ya no se podrá gobernar por decreto, y la tentación de la soberbia se convertirá en un lastre.
La pregunta inevitable es si Morena tiene la capacidad de reinventarse.
Sin López Obrador como figura diaria y con una dirigencia estatal incapaz de mantener la cohesión, el futuro del partido en Veracruz se tambalea.
La derrota en el municipio natal - Las Choapas- del propio dirigente estatal, Esteban Ramírez Zepeta, es un mensaje contundente: ni siquiera en casa el partido logra convencer. Le pegaron casi 3 a 1.
Coatzacoalcos, con su nueva correlación de fuerzas, será el laboratorio donde Morena deberá demostrar si aprendió la lección.
Si no entiende que la política local requiere alianzas inteligentes y diálogo constante, podría enfrentar un Cabildo convertido en trinchera opositora, con Movimiento Ciudadano y el PRI listos para disputarle cada centímetro de poder.
Así las cosas, el "desmoronamiento" o "desmorenamiento" no es sólo una anécdota ingeniosa: es la metáfora perfecta de un partido que, de tanto inflarse en el discurso, ha terminado por desinflarse en las urnas.
De aquí en adelante, la gobernabilidad de Coatzacoalcos dependerá, más que nunca, de la voluntad política y de la capacidad de diálogo que Morena decida —o no— ejercer.
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